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martes, 21 de septiembre de 2010

Poemas José Antonio Labordeta





José Antonio Labordeta Subías, nació el 10 de marzo del 1935 en Zaragoza-España. Fue cantautor, escritor y político español. Cursó sus estudios primarios en el Colegio Alemán de Zaragoza y en la escuela familiar, donde concluyó el Bachillerato; se matriculó en Derecho y, finalmente, se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza, que le nombró en 2010 Doctor Honoris Causa. En 1964 aprobó las oposiciones de Enseñanzas Medias, como profesor de Geografía, Historia y Arte y fue destinado al Instituto Nacional de Bachillerato Ibáñez Martín de Teruel, ciudad en la que residió seis años. Impartió clases en este colegio, en Menor San Pablo y en el Buen Pastor, donde enseñaba historia. En 1972 fundó junto a Eloy Fernández Clemente la revista cultural “Andalán”. Su faceta como escritor siempre se vio en un segundo plano debido a que era más conocido como cantautor y diputado. Sin embargo, siguiendo el ejemplo familiar de su padre (un catedrático de latín muy aficionado a la poesía clásica antigua) y de su hermano Miguel Labordeta, una de las figuras más señeras de la poesía española de posguerra, su actividad poética fue primordial en su vida. En este sentido declaró que su auténtica profesión era la de escritor y sus canciones no eran sino poemas musicados. De todos modos, en su poesía se muestra una voz más íntima, meditativa y existencial que en sus canciones, más combativas y sociales. Publicó su primer poemario en 1959 —mucho antes de iniciar su carrera musical— y fue autor de los siguientes libros de poemas:

Sucede el pensamiento (1959)
Las Sonatas (1965)
Cantar y callar (1971)
Treinta y cinco veces uno (1972)
Tribulatorio (1973)
Método de lectura (1980)
Jardín de la memoria (1985)
Diario de un náufrago (1988)
Monegros (1994)

En 1976 publicó la antología Poemas y canciones (editorial Lumen, colección El Bardo) y en 2004, ya solo de la obra poética completa, sale a la luz la selección Dulce sabor de días agrestes.
Su primer libro poético, “Sucede el pensamiento”, es un intento de conciliación del estilo intelectual de Juan Ramón Jiménez con el neopopular de la Generación del 27, pero en él aún se aprecia el lastre de la necesidad de adquirir una voz propia, sobre todo teniendo en cuenta el peso e influencia ejercida por la poesía tremendista y epilírica de su hermano Miguel Labordeta, de la que José Antonio no se puede evadir.

Falleció en la madrugada del 19 de septiembre de 2010, en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza, a la edad de 75 años, a causa de un cáncer de próstata que le fue diagnosticado en el año 2006, y que le obligó a permanecer postrado en casa los últimos meses de su vida.





POEMAS



ACUÉRDATE


Acuérdate de cuando fuimos niños
los turbios niños
de cuando fuimos vivos
por pura complacencia del destino.
Mudos.Turbios niños
Callados
cuando fuimos niños
Creciendo
silenciosamente educados.
Nunca
fuimos realmente niños
en mitad del dolor amargo
de las guerras.¿Y ahora?
nunca seremos nada
Nunca
es imposible así
con este aire de injusticia
brutal acometida
ante los ojos.
Acuérdate de cuando turbios
niños fuimos despoblados.
Nada como entonces
a pesar de todo.



DOMINGO DECEMBRINO


Se apuesta en el café
las últimas partidas de baraja.
Din, dan. Din, dan:
Las campanas domingo en la ciudad
tarde que avienta el viento
hasta la orilla.
Y los muchachos
sueñan, en las paredes,
con posters que se clavan
trayéndoles recuerdos de París
y de su audacia:
Melenas,
pantalones, largos jerseys,
tristeza, vacío en las espaldas.
Y un guateque moral
atardece el domingo
en las casas lujosas.
El resto,
la ciudad, los chicos y las chicas
de ordinario, pasean vagamente
por los porches.



CESARAGUSTA DOS


Cuando el cierzo desciende y se alza la niebla,
toda la ciudad? mi Zaragoza amada-se cubre de palabras
que surgen del silencio hacia la nada.
Es entonces? el enorme Paseo
se hace suave y hermoso-cuando veo las cosas
como fueron: El niño, la explanada,
la vieja que vendía cacahuetes y almendras.
Pero cuando otra vez
el aire del Moncayo violentamente baja,
surgen los comerciantes
en paños y en alhajas
aupando a un tonto sabio
que viene a hablar del alma.
¡Ay mi ciudad
con tantos pedestales
cubiertos de anónimas palabras!:
¿A dónde te diriges?
Sólo tu espesa niebla
permite ver las cosas
igual que se veían en la infancia.



CANFRAC


Es la piedra y el reino de la piedra
lo que sobre los hombres permanece? de niño
escondí en esta tierra mi inocencia- después
de que la lluvia haya cesado. Aquí,
el águila no importa,
no importa la víbora ni el sarrio.
Sólo la roca aupada contra un cielo azulado
es lo que importa.
Preguntad por el río,
la nieve, por el hielo. Preguntad
por la vida? yo la cogí por estos precipicios-
y nadie sabrá que responderos.
Es tan sólo la roca, lo repito,
lo que señala el valle y la vaguada.
El pueblo, monótono, se aburre,
se emborracha. No existe el horizonte. La roca,
esa mano de Dios petrificada, es la única señal
que al hombre aguarda.


BELCHITE


El árbol se levanta sobre la tapia hundida.
El viejo campanario? la paloma que había
huyó bajo la guerra- está desierto:
Todo es la sombra.
El monte desolado invade el patio,
el pozo seco,
el niño destrozado por la yedra.
Alguien recuerda? Antes estuve aquí,
hoy ya no vuelvo- por los muros de adoba calcinados:
¿Quién ha puesto el olivo
enfrente del olivo?
¿Quién ha dejado sangre
enfrente de la sangre?
¿Quién ha traído muerte
en contra de la muerte?
¿Quién, en fin, ha destruido al hombre
contra el hombre?
Sobre la casa yerta ya nadie se levanta.




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Rosana

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